Quincunx

«¿Qué hay más bonito que un quincuncio, en el que, mires hacia donde mires, solo ves líneas rectas?» (Quintiliano, VIII,3,9)

El quincunx /quincuncio de los tratados de agricultura antiguos se suele traducir por «tresbolillo». Dos tresbolillos (dos triángulos equiláteros) se unen para formar una X compartiendo el vértice. Así se aprovecha mejor el espacio, las raíces no se estorban y las sombras van girando sin superponerse. El ojo también lo agradece ( y no digamos el que tenga que pasar un tractor). Pero no todos los árboles crecerán por igual. El viento inclinará este o aquel tronco; un corzo, al frotarse la cuerna recién crecida, romperá las ramas de un tercero, o llegará al cambium (como ha pasado tantas veces) y provocará su muerte; la nieve partirá algunas copas, el asurado resquebrajará las cortezas de los plantados en la línea que da al sur… Y así, con el tiempo, lo que al principio parecía tan derecho se irá haciendo irregular, proceso que está en el «orden» de las cosas (empezar de una manera, la más racional posible; ir viendo y aceptando después; ¿qué queda de los bosquetes regulares que se plantaron en los jardines a la francesa, allá por el siglo XVII? Supongo que hay un momento para el compás, las cuerdas y estacas, y otro para dejar que todo se emborrone).
En LRO los hermanos de Anastasio -los Serranos, porque bajaron de Navaluenga, en Gredos- plantaron en los años 50 una viña al tresbolillo, perfectamente tirada a cordel. No sé si en ese momento todas las cepas eran garnachas. Lo dudo. Hay algunos pies de tempranillo y de cariñena (que por aquí llaman «morenillo»). Algo de moscatel, de macabeo, algo de albillo… Cepas que murieron no fueron reemplazadas inmediatamente. Las hay de setenta años y otras, las que injertamos con Perico, por ejemplo, que no pasan de diez. Por eso aquella reticula de tresbolillo hoy sólo se advinina cuando la viña está recién podada y desbrozada. Después, al crecer, todo serán diferencias. Y aún hay más. Sobre ese primer tresbolillo se plantó otro, de olivos, en 2009. Un segundo tresbolillo para cuando la viña se pierda porque no haya nadie para podarla (no es una extravagancia prever eso: también está en el orden de las cosas): 26 olivos de variedad ‘Arbequina’, con un marco tan ancho que apenas se distingue en el terreno (seguro que desde el helicóptero de Google-maps sí)


NOTA:
Sobre el quincuncio como patrón universal, véase El jardín de Ciro, de Sir Thomas Browne, 1658 (hay traducción den ed.Siruela). Que no es un tratado de jardinería sino una divagación filosófica, alquímica, libresca y oscura, muy del gusto barroco. La imagen de arriba, con la cita de Quintiliano, abre el tratado de Browne. El mismo la tomó de un (este sí) verdadero trado de jardinería del siglo XVI, Hortorum libri XXX, de Benedictus Curtius.

Lluvia, espárragos

La lluvia hace milagros, dice Miguel Manduca, el cabrero. De un día para otro apuntan los espárragos, en matas viejas y en matas jóvenes, enredados con las retamas, con las aristoloquias y las rubias, y hay que ser muy rápidos, cogerlos en cuanto los ves, aunque alguno aún esté flaco, porque hay que llegar antes que las cabras -que los descabezan- y antes también que ese señor de la residencia de ancianos que sale cada mañana como una flecha al campo, con su bastón y su gorra naranja y una bolsa de plástico…
Este año hay muchos espárragos y además son bien hermosos («¡mira, mira qué bicharraco…!») Para quitarles el amargor: ligera cocción en agua con sal.

caro cavolo


En una calle de Florencia.
En el huerto de Manduca.
La receta preferida: a la sefardí. Esto es, picada la col en juliana fina, acompañada de pasas y piñones y aliño espeso de yogur, aceite y menta. Por encima, en el último momento, otro puñado de piñones, tostados en la sartén.

(Sí plantamos coles este año, aunque un poco deprisa y corriendo, 29 de septiembre, que es tarde, y en el huerto de Miguel Manduca, no en LRO. La tierra estaba muy abonada con «basura» del tinao. Traducción: con estiércol de cabra. Por eso las coles crecieron como fieras… y también las hierbas alrededor. Las heladas cortaron el vuelo de las ortigas. A las coles, por el contrario, cuanto más frío mejor. Más tersas las hojas, más firme la pella.)

Ensalada de Todos los Santos

Qué bueno terminar una larga vida
-en una ensalada convertida

La canción de Katie James me recordó -letra y ritmo country, todo- al hit Homegrown tomatoes de Guy Clark, 1981, que quizá? escuchaba en su juventud la madre de Katie (hippy inglesa; a finales de los 80, cuando Katie tenía dos años, se trasplantó con toda la familia a las montañas de Tolima,Colombia) ¿O la escuchaba su tía Anne Barr, autora de la canción según los créditos? De la versión original de Salade song, en inglés, circula por la web una grabación de Katie y su hermana, pero ésta en español es incomparablemente más sabrosa, no sólo musicalmente, sino por los propios ingredientes de la ensalada:
…maíz y remolacha, cebolla y arracacha -especie de zanahoria blanca, cultivada en los altos andinos.
Si la canción precursora de Guy Clark, dedicada a los tomates caseros, todavía incluye el bacon, la de la tía de Katie es rigurosamente veggie … o no tanto, en realidad, si la proteína la termina poniendo ella (ella misma, herself), como el propio Guy en la última estrofa de Homegrown tomatoes, que parece enganchar directamente con la letra de Anne Barr & sus sobrinas. Es verosímil que la tía Anne tuviera en la oreja la musiquilla y el tono desenfadado de Guy, en especial de esa última estrofa, cuando compuso su homenaje al camposanto-orgánico, homenaje que años después su sobrina tradujo y mejoró. Bien por ella (para seguir escuchándola: Toitico bien empacao, siempre en esta línea hippy- eco friendly pero ya no country, gracias a Dios, sino en suave ritmo bambuco, tradicional colombiano: https://www.youtube.com/watch?v=8RZeHO7gBJk)

Ain’t nothin’ in the world that I like better
Than bacon & lettuce & homegrown tomatoes
Up in the mornin’ out in the garden
Get you a ripe one don’t get a hard one
Plant `em in the spring eat `em in the summer
All winter with out `em’s a culinary bummer
I forget all about the sweatin’ & diggin’
Every time I go out & pick me a big’n

Homegrown tomatoes, homegrown tomatoes
What’d life be without homegrown tomatoes
Only two things that money can’t buy
That’s true love & homegrown tomatoes

Etc.
Y última estrofa:

If I’s to change this life I lead
I’d be Johnny Tomato Seed `
Cause I know what this country needs
Homegrown tomatoes in every yard you see
When I die don’t bury me In a box in a cemetary
Out in the garden would be much better
I could be pushin’ up homegrown tomatoes

Homegrown tomatoes.. etc

(Guy Clark, del LP Better Days)

¿A dónde se va el azul?

«Me parece que desde hace poco están llamándome la atención cada vez con más fuerza las cosas azules» E.Jünger, Radiaciones

¿Y por qué hay tan pocos acianos por aquí? Centaurea cyanus. Una los asocia siempre a las amapolas y a las lindes de los trigales. Sin embargo,en esta zona de la Sierra Oeste las amapolas abundan y los acianos escasean (como los trigales, de hecho, desde hace ya décadas). Es en el norte donde se ven más. En Galicia, donde mi padre, son as flores do trigo, os cardafusos.


Este ramo de la foto lo recogí la pasada primavera en un viaje al norte. El pigmento azulón de las flores del perímetro (flósculos, estériles) duró una semana. No quedó nada de él: ni gota. El azul violeta de las flores centrales (hermafroditas), en vez de palidecer se oscureció aún más. O quizá no tanto… y sólo empezaron a parecer casi negros por contraste con los flósculos, casi albinos.

Nota:
Sobre la cita de Ernst Jünger –Radiaciones, vol II, p.69, Tusquets ed., 1992: La reflexión la provoca una verónica -mucho menos azul que este aciano. Pero Jünger, siempre analítico, atento a sus percepciones, se fija en que lo que atrae fuertemente su atención, «desde hace poco», es el componente azul, que no único, de la verónica. Ese componente en concreto.

Un melón empezado

Le melon entamé, J.B. Chardin, 1760. Un piel de sapo, como los de Villaconejos.
Vendido en Sotheby´s hace unos días por 26,7 millones de euros.

Para conservarlo una vez empezado: en la nevera y sin quitarle las pepitas, envuelto en una lámina de plástico. Pero aún es pronto. Yo creo que los buenos melones, los buenísimos, no empiezan a llegar hasta septiembre, puede que finales de agosto, que es cuando aparece por el pueblo la camioneta del Melonero de la Mancha («más dulces que la miel; ¡más dulces que un caramelo!»). Tan infalible como las golondrinas: tres melones piel de sapo por cinco euros, ¡dulces como la miel, señoral! Un vecino melancólico sugiere que «podrían ser robados». (¿En qué se basa? ¿En que es lo que solía hacer él de pequeño, ir por las huertas robando melones…? Quiá. A mí me parece más probable que el Melonero de la Mancha -palillo entre los dientes, gafas Ray-Ban de los chinos- compre la fruta «por ahí», pagándoles cuatro perras a los paisanos.)
Hace ya varios años que no siembro melones. Miguel Manduca no suele ponerlos, él tampoco. Pero ya le tengo echado el ojo (discretamente) a los de A., un buen hombre, jornalero jubilado (¿quién no lo es, a estas alturas?), que cultiva de todo en una huerta modélica, envidia incluso de Manduca, junto al Arroyo de la Presa. Le hemos ayudado con los gatos. Tiene muchos, que le llegan de «por ahí», como le llegan los melones al Melonero, y él los alimenta amorosamente, sin fallar un solo día. La ayuda consistió en coger a las hembras (cinco), y en llevarlas a esterilizar y desparasitar. Cuando hayamos ahorrado un poco nos pondremos también con los machos, para que dejen de pelearse y montar broncas. Por eso A. nos da de todo. Habas tiernas (y verídicas, no judías, que aún es pronto). Pepinos, que cultiva en invernadero desde marzo. Tomates, pimientos, en cuanto terminen de madurar. Y con seguridad, a finales de agosto, me ofrecerá un melón.
Así que yo tranquila.

últimos días antes de

desbrozar. La foto es de hace una semana. Las calles entre las viñas sí están ya despejadas, para que los pámpanos no se enreden entre las hierbas. La parte de abajo de LRO, sin embargo, donde la cubierta vegetal es más espesa, tiene que aguantar todavía unos días. Puede aguantar, de hecho: aún están frescas las flores de las malvas y las viboreras, y los melilotos y las cañahejas. Y por toda la extensión de esa pradera, un zumbido que la cubre, como una colcha. ¡Mucho ajetreo! En los claros, el cloqueo de una pareja de perdices. Entre unos tanacetos (donde le pilló), la muda de una serpiente de escalera. ¿Cuánto más hay que esperar? No mucho más. Queda aún algo de azúl y algo de amarillo, puntadas rojas de la últimas amapolas, rosa claro de los carraspiques entre las piedras. Pero cuando todo se agoste -muy pronto- sólo habrá un color. Justo entonces, un momento antes de que empiece a crujir, pasaremos por fin la desbrozadora.

Más explicaciones sobre cuándo y por qué: tag «desbrozar»
( Trabajo que marca la estación, como la poda lo hace al salir del invierno; todos los años se desbroza, todos los años tratamos de aguantar un día más, dos, tres días más; todos los años lo mismo: esperar a que todo semille, esperar a que los invertebrados terminen su ciclo, esperar a que Perico haya arado su viña -lo que nos beneficia, como cortafuego- , todos los años limpiar el carburador de las máquinas, madrugar para no cocernos al sol y comprobar antes de empezar que no haya nidos al pie de las moras -rincón muy fresco, apreciado por las perdices)


4 cherris en un metro cuadrado

16 mayo 2024

Se divide el m2 en secciones (en la foto, con palos) y se colocan los cuatro cherris equidistantes en el centro. A partir de ya. Cuando las temperaturas nocturnas no bajan de 10º, es decir, después de San Isidro, que viene a coincidir, en Francia y más arriba, con los «santos de hielo» ( Santos Pancracio, Gervasio y Bonifacio: 12, 13 y 14 de mayo). Dicho en plata: el que plante tomates antes de la segunda quincena de mayo se arriesga a quedarse sin ellos por culpa de una helada tardía.
Si el bancal está elevado, como es el caso en la foto -un pijo-huerto estándar, véase: https://wordpress.com/post/laramadeoro.com/6355-, se puede colocar una barandilla de cañas o de palos, para que las plantas desborden el bancal sin revolcarse exageradamente y -sobre todo- sin romperse (En los huertos a ras de suelo llega y sobra con unas cajas de fruta). Riego muy cuidadoso introduciendo la manguera al pie de las plantas, tratando de no mojar demasiado las hojas.
Acolchado. Jardines del norte: donde no hay problemas de agua (al revés: donde el «problema» puede ser su exceso), donde además las noches aún refrescan algo, las tomateras se quedan de momento sin acolchar, para que la tierra se caliente bien durante las horas de sol y ese exceso de agua se evapore. Jardines del sur: donde el calor ya está disparado, hay que acolchar desde el principio, preferentemente con la hierba de la segadora, que se descompone rápido y aporta al tomate su nitrógeno.
Despuntar y aclarar, como siempre, como con todas las variedades de tomates del mundo, ¡sin que nos tiemble la mano! Y aún así, por mucho que despuntemos y aclaremos, los cherris se desparramarán. Pero es igual. Madurarán pronto,¡son tan pequeños!, y se podrán comer antes que los otros tomates de la huerta. Por ejemplo, en pincho moruno alternando con bolitas de mozarella y albahaca.
Para que los mirlos no se acerquen al huerto a picotear los cherris: un par de gatos adoptados en la protectora más cercana (castrados y chipados; vacunados, desparasitados, bien alimentados y muy queridos)
Si el bancal está bien orientado, si recibe sol sin tasa, tendremos cherris hasta octubre.

Septiembre 2022. Si no se hace rotación hay que cambiar la tierra. Este bancal se dejó en barbecho un año y medio, pero no es suficiente. La tierra de la foto de arriba procede del compostero.

Viñedo encendido

Trentino/Alto Adigio, abril 2024


Bidones con velas de parafina (candele riscaldanti) para proteger las viñas del Alto Adigio, amenazadas por el frío tardío. Noches que han llegado esta semana a -2 bajo cero. Viñas vulnerables, en pleno desborre.
En LRO, aunque no estemos al pie de los Alpes, las noches de primavera también pueden ser peligrosas. Por eso Severo nos dijo hace años que si se poda pronto hay que podar largo: porque si viene hielo en abril, se quema la yema de arriba pero aún nos quedan las de abajo.

https://video.corriere.it/video-virali/impressionanti-immagini-dall-alto-adige-mare-candele-anti-gelo-salvare-vigneti/6b5411d0-0301-11ef-9a7e-bf3ebb16c7d4#

Amapolas amarillas o rojas, Flandes ha.1430

Primavera de 2022 en un jardín belga, del lado flamenco.
Papaver cambrica, la amapola amarilla de Gales, que es tan «de Gales» como yo; es decir, como de cualquier otro pueblo del norte (pongamos, del Cantábrico hacia arriba y hacia el oeste) en el que llueva bastante/mucho, el sol llegue con desgana o de través y el suelo sea más o menos rico, un punto calcáreo (1). Esto significa que será difícil encontrarlas, hombro con hombro, donde crecen las amapolas rojas (y mejor así). En un post reciente sobre el «amarillo-mayo» las santolinas se entendían con el azul de los cantuesos. Aquí, siguiendo el mismo patrón, las amapolas amarillas se apoyan en las azul-violáceas aguileñas (Aquilegia vulgaris), que parecen menos exigentes en cuanto al suelo, porque las hay un poco por todas partes al pie de los muros: en Galicia, herbas dos pitos. Nunca muy abundantes, sin embargo. Nunca tan altas como en el norte (el norte del norte).
Hemos visto aguileñas/herbas dos pitos en el políptico de Van Eyck en la Catedral de San Bavón en Gante, la Adoración del Cordero Místico: las aguileñas están en el prado del panel central y en la corona de la Virgen. También las hemos visto en la Adoración de Van der Goes que terminó en Berlín (2), y en la Virgen con el niño de Van der Weyden que está en el Thyssen. En el Tríptico Portinari. Etcétera. Columbines las llaman en Inglaterra, como Taubenin en alemán, por la forma de los cinco petalos, terminados en espolones nectaríferos, que, unidos a los cinco sépalos, vendrían a recordar -nos dicen- a cinco palomas (o cinco pitos), emblema del Espíritu Santo (esto es, de la Anunciación; sin contar con que todo lo que compute 5 remite a las 5 llagas, y por ese camino a la Crucifixión, etc ).

Aguileñas en el Políptico de Van Eyck, reproducido más abajo. Los detalles sólo se distinguen bien con el retablo delante. Para compensar, añado la acuarela de Durero.
Aguileña. Durero hacia 1490

Pero el término Aquilegia, que da nombre al género, nada tiene que ver con palomas ni pitos, sino con las uñas de la garra de un águila: como aguileña en español, y ancolie en francés (con la raiz deformada), dio akelei en neerlandés y âcolète en el francés de Valonia. Omnipresente, pues, en la pintura flamenca antigua -siglos XV y XVI. Hoy en los viveros de la zona se ofrecen muchas variedades hortícolas de Aquilegia, algunas con la corola de un violeta profundo, casi negro, otras con la corola de un rosa pálido, casi blanco (híbridos de A. vulgaris con especies americanas o asiáticas). Cabe pensar, en resumen, que las herbas dos pitos/akelei/ancolies son plantas nativas bien conocidas, muy apreciadas, muy representadas y con una larga tradición simbólica a sus espaldas.
No puede decirse lo mismo de la amapola amarilla, su partner en la foto. La he buscado despacio por esos cuadros de los primitivos flamencos, con su prurito por la exactitud, siempre atentos al detalle de las flores, las piedras, los pájaros y los tejidos. Tampoco está la amapola roja, en realidad (Papaver rhoeas e híbridos), aunque con solo mencionarla uno piensa en Flandes y en la Gran Guerra: el poema In Flanders fields, ancho campo de coquelicots. Ni está la amapola azul, (Meconopsis; hubiera sido una sorpresa), ni la blanca (Papaver somniferum, a veces coloreada, con una mancha oscura en la base de los pétalos; no era del todo imposible…), ni esa amapola asiática, Papaver orientale, de corolas que miden un palmo, y que es, de hecho, la única que se vende como planta ornamental en los viveros.
Conclusión: a diferencia de las aguileñas, habituales en códices y retablos, NO hay amapolas, de ninguna variedad, en la pintura flamenca del siglo XV.

Más sobre las amapolas amarillas y rojas.
Esta pasada primavera de 2022, en los alrededores de Bruselas y Gante.
A mediados de abril, quizá principios de mayo, empiezo a ver amapolas amarillas por todas partes: en los jardines de las urbanizaciones y en los patios a la sombra, entre los adoquines; en las orillas de los canales, sombreados por las copas ya desplegadas de arces blancos y plataneras; al pie de los setos… Corrijo ese «por todas partes». En realidad, no veo amapolas amarillas en este prado donde nos acabamos de tumbar al sol, los perros y yo. Es un prado ancho, hermoso, no un simple claro en el hayedo. El amarillo-mayo de este prado es una colcha de botones de oro, la ranunculácea que domina el conjunto, arrinconando a las aguileñas (también ranunculáceas) hacia las orillas del camino por donde entramos. A lo mejor hay que pensar que las amapolas amarillas no «prenden» donde el suelo es demasiado arcilloso y/o donde el sol da de lleno durante las horas centrales del día. Rebobino. Las amapolas amarillas abundan a finales de abril/principios de mayo pero siempre donde el suelo está revuelto, quiero decir, donde puede haber algo de escombro o de arena, y sobre todo algo de sombra, incluso sombra profunda. Donde abunda la Aquilega vulgaris, precisamente.
Un mes más tarde. Sin llegar a formar manchas monócromas, como en los campos del sur, las amapolas rojas (Papaver rhoeas) están un poco por todas partes. En las orillas de las eras que son o fueron de cereal (o remolacha, maíz… lo que más se ve por aquí), cuando el glyphosato les deja; por las medianas, en los solares. Es decir, como para las amarillas, allí donde el suelo está revuelto. Única e importante diferencia: siempre, siempre a pleno sol.

Más sobre los pintores flamencos.

Políptico de Gante, llamado del Agnus Dei o del Cordero Místico.
En el centro, el prado en torno al Cordero y la Fuente de la vida.
Para verlo en detalle:https://closertovaneyck.kikirpa.be/ghentaltarpiece/#home

En el catálogo del políptico de Gante se recogen 76 especies botánicas bien identificadas, la mayoría herbáceas, un mini paraíso flamenco colocado a los pies del Cordero Místico (3). La mayor parte de ellas están en el prado del primer plano, pero también hay plantas detrás del grupo de peregrinos, a la derecha, y del grupo de caballeros que avanza por la izquierda (entre las rocas, por ejemplo, una mata de orégano…). La selección de herbes folles puede encontrarse en cualquier pueblo belga, del norte de Francia, de los Paises Bajos, de Inglaterra, de Asturias. El retablo lo empezó Hubert Van Eyck, el hermano mayor, y lo remató Jan en 1432. Dicen los historiadores del arte que a Jan se deben, entre otras muchas cosas, la inclusión de palmeras, cipreses, cítricos y hasta un pino piñonero (como los nuestros de LRO).

Por qué se incluyen esas flores y no otras en la lista del Políptico: por su valor simbólico (aquí, exclusivamente teológico) o por su valor utilitario (aquí, exclusivamente medicinal; Analogia Christi cum perito medico, cita de S. Agustín recogida en el catálogo). Valor añadido botánico: por tratarse de planta autóctona, incluso endémica, que a los Van Eyck les apeteciera incluir porque sí, para acercar la escena biblica al presente; o por lo contrario, por tratarse de planta exótica, en concreto mediterránea, para ambientar en un remoto Oriente/Sur la misma escena. Estas dos últimas intenciones no son contradictorias. El mensaje de redención es urbi et orbi, no entiende de geografía. Y además intemporal: por eso plantas tan distintas pueden florecer a la vez, y aquí no pasa nada. Por lo demás, olivos, palmeras y resinosas tienen también (si uno quiere) su posible lectura simbólica.
Las ausentes amapolas, ¿no tenían entonces ningún valor botánico, ni simbólico, ni utilitario?

Valor botánico

Plantas «rojo-sangre» muy comunes y usadas en los países del sur -de los que son nativas- para acompañar las representaciones de la Muerte/Resurreción de Jesucristo, podían ser, además de la rosa, el clavel y la anémona roja, esta última, A. coronaria, de antiguo simbolismo pre-cristiano (aunque muy similar: sacrificio y resurrección). Aquí en Flandes, 1430, no hay rastro de ellas. Cómo iba a haberlo (*la anémona de bosque no cuenta, es de un blanco inmaculado). Pero ¿y las amapolas?, ¿qué pasa con ellas? El que no las veamos en los cuadros ¿se debe a que tampoco las veía nadie por los campos?

Busco el pedigrí de las amapolas belgas.
La Papaver cambrica, amarilla, que durante años se clasificó entre las Meconopsis, como la amapola azul- en Bélgica está incluida en el listado de plantas alóctonas (alien-plants-Belgium, nota 4) y registrada por primera vez en ¡1979! Una preciosa intrusa, pues, venida de por ahí, de Francia o de las islas, que parece hacer buenas migas con la muy patriótica akelei/ancolie.
La Papaver rhoeas, roja, es más dudosa. En la misma página web leo que solo 3 de las 80 especies del género Papaver «podrían» considerarse nativas; sin embargo, el autor se inclina por etiquetarlas como «arqueófitos», es decir, como alóctonas introducidas antes del descubrimiento de América. Alóctonas naturalizadas depuis longtemps, pero sin especificar el términus post quem (que si se empuja mucho hacia atrás termina por hacer un poco absurda la categoría misma: ¿arqueófita o nativa?). Un grupo numeroso de arqueófitos es el de las plantas arvenses: “malas-hierbas” que acompañan al cereal desde el Neolítico, en su lenta extensión por el hemisferio norte. Y aquí tenemos a la amapola, planta arvense por excelencia, que compite con el trigo y demás cereales por los nutrientes del suelo.
Siguiente paso: ¿hay alguna planta arvense en el Políptico? ¿Hay, por ejemplo, acianos..? No hay acianos (bleuets, que se podrían asociar a la Virgen, nota 5). No hay ortigas, claro. No hay rubias. No hay correhuelas.

Los campos de Flandes rebosaban poppies en mayo de 1915, entre las cruces de los caidos tras la batalla de Ypres. El paso de la artillería pesada, los obuses -en vez dela reja del arado- haciendo volar la tierra en pedazos… Ahí está otra vez: el suelo «un poco revuelto» donde prosperan las amapolas rojas de Flandes, famosas gracias al poema In Flander fields, que convirtió a la amapola, símbolo hasta entonces del sueño y el olvido, por sus poderes narcóticos, en justo lo contrario: Remembrance Flower. No sabemos si en tiempos de los Van Eyck esos campos -esos campos belgas en concreto- ya se llenaban de amapolas o su presencia era todavía reducida. Tendríamos que preguntarle, se me ocurre, a algún palinólogo (semillas/polen en registros fósiles), pero esto es solo un post, escrito después de una visita a Gante… En cualquier caso, sí había amapolas rojas y eran de sobra conocidas. Muchas o pocas pero sí, y en guerra declarada con los labriegos. Como las de todas las plantas arvenses, las semillas de Papaver, mezcladas con las del trigo, la avena etc se desperdigaban tranquilamente por toda Europa desde la noche de los tiempos.

2014. SSMM en la Torre de Londres, remembering entre las 886.246 poppies de porcelana instaladas en el foso, una por cada soldado británico muerto en la Primera GM

Valor teológico
El Políptico del Cordero Místico es de 1432. Jan Van Eyck jamás pudo toparse una amapola amarilla en Gante o Brujas. Pero sí conocía las amapolas rojas, porque ya entonces, como hemos visto, crecían donde el cereal. Además, si Jan viajó un poco -y sabemos que lo hizo, y mucho, al servicio del Duque de Borgoña- pudo ver amapolas amarillas (abril/mayo) y rojas en abundancia (si mayo/junio) en Francia y en España. Por tanto, no pintó amapolas en el Políptico porque no quiso hacerlo.
Así como a una flor x no le basta con ser uniformemente azul o blanca para entrar en la lista de plantas marianas (la aguileña sí, pero el aciano, en este caso, no, etc), tampoco le basta con ser roja para obtener caché teológico, para aludir con su sola presencia en un cuadro o un poema la sangre de Cristo y la Redención. No. Roja la peonía, roja la rosa de Damasco (rosa profundo o rojo desvaído). Pero en la amapola roja-roja debía de pesar más su condición de planta arvense, es decir, indeseable. En las listas de plantas “buenas cristianas” la amapola no está nunca. Aguileña, lirio, azucena, rosa, más las «humildes» violeta, margarita, caléndula, muguete… Esas son las que cuentan. Unas por el Cantar de los Cantares. Otras por haber sido fijadas por la tradición (himnos a María, homilías, ilustraciones de los breviarios) cada una de ellas con sus connotaciones específicas. No era el caso de la amapola. Una mala hierba sin valor teológico reseñable, ni en los textos sagrados ni en la tradición pictórica de Flandes (6)

Valor medicinal

La única utilidad que cuenta en el Políptico es la medicinal, porque todo su programa iconográfico gira en torno a esa idea, la del Cristo Sanador, de cuerpos y almas. En el políptico no está por ejemplo, la garance, la Rubia tinctoria, con cuyos rizomas se obtenía el rouge-garance, tintura para las telas que se vendían en las ferias de todo el país (emporio textil del S.XV), y se exportaban a Inglaterra, Francia etc. (7) Flandes era entonces el mayor centro de producción de esta planta, de gran valor comercial, omnipresente por los campos y caminos y por eso tanto más llamativamente ausente del Político, ¡como el lino!, otra de esas plantas que hicieron la riqueza de Flandes, que llenaba sus campos hasta las dunas de Ostende, y que, sin embargo, tampoco vemos por ningún rincón del Agnus Dei.
En una representación de la Sanación Universal, de entre las plantas útiles solo interesan las medicinales. Bueno. Pero entonces, precisamente, ¿cómo explicar la ausencia de la amapola? Pocas plantas medicinales más útiles que ella, en especial la variedad Papaver somnifera, la adormidera, la más rica en alcaloides (entre ellos, la morfina, base del opio). ¿Quizá porque en el Flandes del siglo XV no se sabía mucho de ella?

Aunque se pudieran ver amapolas rojas por los campos de cereales, aunque se comieran sus semillas tostadas, o se extrajera aceite de ellas, o se macharan las cápsulas porque se sabía, se decía… que amortiguaban levemente el dolor… el proceso de obtención del opio era otro cantar. Ya en la antigüedad sus lugares de fabricación estaban en Oriente. Leo en la web que los médicos griegos y romanos se lo compraban a comerciantes de Alejandría. Pero el acceso al opio, su uso real, como el propio conocimiento de sus virtudes terapeúticas, quedó interrumpido/oscurecido en la Edad Media (8). Los primeros manuscritos de Dioscórides, Pseudo-Apuleyo etc proceden del siglo VI y son rarezas, libros excepcionales (*foto de la derecha: Papaver en el manuscrito de Salamaca, finales s.XV; vid. dioscorides.usal.es;; la representación es bonita pero poco precisa, imposible de entender sin el texto que la acompaña). El conocimiento científico de las plantas medicinales no se recupera y empieza a divulgar hasta el siglo XI/XII, en especial en el sur de Italia (Salerno) y gracias a la influencia de los árabes, que, en este caso concreto, apreciaban el opio no solo por sus efectos analgésicos, sino también por todo lo otro (efecto euforizante, alucinógeno… ¿sustituto del alcohol?), razón de más para fomentar el cultivo de la adormidera en Turquia, Persia etc, al tiempo que se promovía la traducción y enriquecimiento de los antiguos tratados. Pero bueno, el hecho es que el opio, como producto listo para ser utilizado -en especial en triacas: esa especie de bálsamo de Fierabrás- no empieza a llegar a Occidente hasta más tarde, finales de la Edad Media, terminadas las Cruzadas, y siempre como artículo de lujo. Cuando el opio empezó a aparecer de nuevo en las boticas, su altísimo precio no era, sin embargo, el único problema que se oponía a su venta y uso generalizado: la mala fama le precedía. Había que usarlo con cuidado. Creaba adicción. Podía matar. Y además, si el dolor apretaba, solo a Dios correspondía ponerle término (o no; ese oscuro, siniestro prestigio del dolor, y la ambigua postura de la Iglesia al respecto). De hecho, hasta el siglo XVIII no se empezó a consumir opio en Europa con la misma alegría que en el mundo islámico. Los problemas aparecieron después, pero esa es otra historia.

Papaver en el dioscórides de Amberes, 1555, un siglo posterior a nuestro Políptico, con ilustraciones de gran calidad.

Dicen en el catálogo del Políptico de Gante que los Van Eyck pudieron usar antiguos herbarios como fuente para alguna de las plantas del catálogo. Pudieron hacerlo. O no. ¿Es importante saberlo? ¿Por qué es necesario imaginar que los hermanos Van Eyck «tuvieron que» consultar algún libro (más allá de informarse sobre su valor terapéutico y/o simbólico, es decir, teológico)? ¿Hay en el Políptico alguna planta que pudieran no conocer personalmente? Las diferentes especies de amapola estaban ya descritas en los dioscórides más antiguos, con todo lujo de detalles, haciendo referencia también a sus peligros, y cabe pensar que los Duques de Borgoña tenían algún manuscrito del Dioscórides propiamente dicho, o de cualquier otro Tractatus de herbis o recensión al uso . No lo sé. Pero de esos libros, si es que los vieron, los pintores habrían seleccionado, en todo caso, sólo plantas que conocían. Y habrían rechazado la mayoría de las ahí descritas, bien por no conocerlas personalmente (ergo dudosas; los Van Eyck eran rigurosos), bien a pesar de conocerlas… caso de las amapolas.
En el Dioscórides hay varios cientos de plantas descritas y unas 400 ilustraciones (o más, según el manuscrito, y de calidad muy variable): en el Políptico hay sólo 76, la mayor parte caseras, y una menor parte no-caseras pero todas ellas bien conocidas (muy bien conocidas). Lo que hay que preguntarse, en mi opinión, no es por las “fuentes” consultadas por los pintores, sino por qué escogieron esas 76 y no otras. O dicho de otra manera: por qué estos dos señores, que -según insisten en el catálogo- no daban puntada sin hilo, dejaron fuera a algunas de las más conocidas, más útiles, incluso más vistosas. Incluso más bonitas.

Conclusiones.
A las razones ya vistas (las amapolas rojas, más o menos extendidas en Flandes en el XV, eran en todo caso malas hierbas; su valor simbólico-teológico, desconocido) hay que añadir entonces que su fama como narcótico era algo turbia, y su precio, prohibitivo. Si en el XV, y mucho antes, había ya amapolas rojas en los Paises Bajos, e incluso podían ser ya abundantes, eso no significa que se supiera cómo extraer de ellas los alcaloides que permiten la obtención del opio. Tampoco que esas variedades, no seleccionadas, fueran las de mejor calidad. El opio se compraba ya listo para su consumo y a precio de oro a comerciantes del Mediterráneo oriental. Por tanto, ni valor simbólico/teológico reconocido por la tradición; ni valor utilitario/medicinal que pudiera asociarse sin matices, sin escrúpulos, al Redentor; ni valor como planta autóctona, para contextualizar en el presente la escena bíblica (guiño naturalista a los paisanos que irían a ver el cuadro, y reconocerían esas plantas, pintadas con extraordinario realismo) por tratarse de una planta arvense, una «mala hierba». La misma ausencia de amapolas, acianos etc. en el prado del Agnus Dei me hace pensar, al menos a mí, que las amapolas rojas cubrían ya los campos de Flandes, ¡en profusión!, y que por eso precisamente, porque les sobraban y estorbaban, no las querían en el Políptico.
Tampoco hay que descartar que los hermanos Van Eyck no se tomaran tan absolutamente en serio, en todos los casos, las razones para elegir una u otra planta… Sí, desde luego tenía que haber aguileñas, lirios, rosas. El puñado de plantas marianas y cristológicas indiscutible. Las de siempre. Y en cuanto a las demás… Si Jan Van Eyck tuvo ocasión de pasearse por los jardines de la Alhambra (como parece que así fue, 1428) ¿Cómo no iba a preferir, para su gran cuadro de altar, los limoneros a los manzanos, los cipreses a los abetos…? Junto a las razones «serias» descritas, por qué no incluir las simplemente estéticas, personales (que tal o cual planta, usada contra el dolor de espalda -el hipérico, sin ir más lejos, otra ausencia notable en el Políptico- hubiera estado a punto de mandar al otro barrio a Jan o a Hubert), de estilo (que estuvieran esas plantas ya representadas, que tuvieran el licet de la tradición), de mala fama (el mismo hipérico, ¿demasiado asociado a las festividades paganas del solsticio de verano, que perduraban medio camufladas en la festividad de San Juan?)… o quién sabe. Quién sabe si sólo fue lo efímero de sus pétalos lo que llevó a descartar a la amapola en el retablo de Gante, con su mensaje de Redención eterna.

En cualquier caso, el trabajo que queda pendiente no es el de las plantas incluidas en el Políptico, sino el mucho más vasto y complejo de por qué no están las que no están.

Hoy las amapolas florecen tranquilamente en Flandes. Las amarillas primero, las rojas después. Se acomodan mejor en suelos alterados: si más frescos y a la sombra, la amarilla, rigurosamente sincronizada con las aguileñas/herbas dos pitos; si más secos y soleados, la roja. Las amarillas llevan 50 años por aquí. Las rojas, mucho más.
Parece que por la zona – sobre todo un poco más al norte, cruzado el Escalda- ya han aprendido a procesar alcaloides diversos. La materia prima, sin embargo, se la siguen comprando a los de siempre.

C. Monet, Champ de coquelicots, 1881. Por el medio se distinguen pinceladas azules: los acianos, que tampoco quisieron los Van Eyck en su retablo.

NOTAS
1.Origen de Papaver cambrica sc. floraibeica.es, la wiki, etc: Cadenas montañosas de Gran Bretaña, SO de Francia y norte de España.
2. https://wordpress.com/post/laramadeoro.com/10670
3. Catálogo: Op zoek naar het paradijs. Flora op het Lam Gods (À la recherche du paradis. La flore sur lÁgneau mystique), P. Van den Bremt, H. Van Crombrugge. Gent 2020
4. https://alienplantsbelgium.myspecies.info/content/meconopsis-cambrica
5. La explicación que se da en el catáloigo, p. 96, de la ausencia de Centaurea acianus, nuestro aciano/azulejo, el bleuet de los franceses, no termina de convencer: no aparece en el Políptico, dicen los autores, porque «es una planta que no nace espontáneamente en los prados, sino en el campo». Pero cómo que no. Y en todo caso, ¿sí nacen espontáneamente en un «prado» las rosas?
6. De San Alberto Magno en adelante. Vid. Catálogo, pp. 26-44
7. El rojo-garance, en contraposición al azul- guède aquí: Bleu, Michel Pastoureau, Ed. du Seuil 2000. pp.55 y ss.
8. A. López Restrepo: https://innovacionyciencia.com/articulos_cientificos/el-opio-en-occidente-durante-la-antigueedad-y-la-edad-media. El autor rebate convincentemente a L.Escohotado, según el cual la desaparición del consumo de opio en la Edad Media se debió a la caza de brujas. El principal argumento de L.Restrepo es cronológico: la caza de brujas va de 1420 a 1600…. justo cuando el opio vuelve a los botiquines

POST SCRIPTUM
Que los primitivos flamencos hayan rechazado la amapola roja no significa que en ella hubiera algo (?) que la hiciera no-apta para recibir todos los honores. Muy al contrario. Su valor medicinal era impagable, como hemos visto. Pero también su posible valor teológico, y no solo por el color rojo-sangre. Así se entendió más adelante y en otros lugares, con mayor libertad: vemos una amapola roja detrás de la Virgen con el Jesús y San Juan niños de Rafael Sanzio, en Viena, pintada hacia 1507. Es la única flor del cuadro. Símbolo de la pasión, en este caso sí, como cualquier otra flor roja, como esos claveles y -sobre todo- esas rosas espinosas (rosa profundo) que a veces lleva el Niño en la mano o que rodean el trono de su madre. Sin embargo, la amapola tiene en este cuadro pleno sentido, más que el que tendría un clavel, una rosa o una peonía, porque la tierra que se ve detrás de las figuras parece completamente removida: tierra estéril, pues, hasta que la sangre roja del Redentor, todavía niño, venga a fertilizarla. (Un espectador del siglo XV descifraba este “código” al vuelo, sin necesidad de tantas palabras). Lo que exigiría mucho más tiempo -y no un simple post- es determinar si esta amapola de Rafael es sólo una excepción en este tipo de representaciones. Sea como fuere, ya estamos en otro mundo: la primavera italiana del XVI, y no el «otoño flamenco de la Edad Media» .