Viñedo encendido

Trentino/Alto Adigio, abril 2024


Bidones con velas de parafina (candele riscaldanti) para proteger las viñas del Alto Adigio, amenazadas por el frío tardío. Noches que han llegado esta semana a -2 bajo cero. Viñas vulnerables, en pleno desborre.
En LRO, aunque no estemos al pie de los Alpes, las noches de primavera también pueden ser peligrosas. Por eso Severo nos dijo hace años que si se poda pronto hay que podar largo: porque si viene hielo en abril, se quema la yema de arriba pero aún nos quedan las de abajo.

https://video.corriere.it/video-virali/impressionanti-immagini-dall-alto-adige-mare-candele-anti-gelo-salvare-vigneti/6b5411d0-0301-11ef-9a7e-bf3ebb16c7d4#

Amapolas amarillas o rojas, Flandes ha.1430

Primavera de 2022 en un jardín belga, del lado flamenco.
Papaver cambrica, la amapola amarilla de Gales, que es tan «de Gales» como yo; es decir, como de cualquier otro pueblo del norte (pongamos, del Cantábrico hacia arriba y hacia el oeste) en el que llueva bastante/mucho, el sol llegue con desgana o de través y el suelo sea más o menos rico, un punto calcáreo (1). Esto significa que será difícil encontrarlas, hombro con hombro, donde crecen las amapolas rojas (y mejor así). En un post reciente sobre el «amarillo-mayo» las santolinas se entendían con el azul de los cantuesos. Aquí, siguiendo el mismo patrón, las amapolas amarillas se apoyan en las azul-violáceas aguileñas (Aquilegia vulgaris), que parecen menos exigentes en cuanto al suelo, porque las hay un poco por todas partes al pie de los muros: en Galicia, herbas dos pitos. Nunca muy abundantes, sin embargo. Nunca tan altas como en el norte (el norte del norte).
Hemos visto aguileñas/herbas dos pitos en el políptico de Van Eyck en la Catedral de San Bavón en Gante, la Adoración del Cordero Místico: las aguileñas están en el prado del panel central y en la corona de la Virgen. También las hemos visto en la Adoración de Van der Goes que terminó en Berlín (2), y en la Virgen con el niño de Van der Weyden que está en el Thyssen. En el Tríptico Portinari. Etcétera. Columbines las llaman en Inglaterra, como Taubenin en alemán, por la forma de los cinco petalos, terminados en espolones nectaríferos, que, unidos a los cinco sépalos, vendrían a recordar -nos dicen- a cinco palomas (o cinco pitos), emblema del Espíritu Santo (esto es, de la Anunciación; sin contar con que todo lo que compute 5 remite a las 5 llagas, y por ese camino a la Crucifixión, etc ).

Aguileñas en el Políptico de Van Eyck, reproducido más abajo. Los detalles sólo se distinguen bien con el retablo delante. Para compensar, añado la acuarela de Durero.
Aguileña. Durero hacia 1490

Pero el término Aquilegia, que da nombre al género, nada tiene que ver con palomas ni pitos, sino con las uñas de la garra de un águila: como aguileña en español, y ancolie en francés (con la raiz deformada), dio akelei en neerlandés y âcolète en el francés de Valonia. Omnipresente, pues, en la pintura flamenca antigua -siglos XV y XVI. Hoy en los viveros de la zona se ofrecen muchas variedades hortícolas de Aquilegia, algunas con la corola de un violeta profundo, casi negro, otras con la corola de un rosa pálido, casi blanco (híbridos de A. vulgaris con especies americanas o asiáticas). Cabe pensar, en resumen, que las herbas dos pitos/akelei/ancolies son plantas nativas bien conocidas, muy apreciadas, muy representadas y con una larga tradición simbólica a sus espaldas.
No puede decirse lo mismo de la amapola amarilla, su partner en la foto. La he buscado despacio por esos cuadros de los primitivos flamencos, con su prurito por la exactitud, siempre atentos al detalle de las flores, las piedras, los pájaros y los tejidos. Tampoco está la amapola roja, en realidad (Papaver rhoeas e híbridos), aunque con solo mencionarla uno piensa en Flandes y en la Gran Guerra: el poema In Flanders fields, ancho campo de coquelicots. Ni está la amapola azul, (Meconopsis; hubiera sido una sorpresa), ni la blanca (Papaver somniferum, a veces coloreada, con una mancha oscura en la base de los pétalos; no era del todo imposible…), ni esa amapola asiática, Papaver orientale, de corolas que miden un palmo, y que es, de hecho, la única que se vende como planta ornamental en los viveros.
Conclusión: a diferencia de las aguileñas, habituales en códices y retablos, NO hay amapolas, de ninguna variedad, en la pintura flamenca del siglo XV.

Más sobre las amapolas amarillas y rojas.
Esta pasada primavera de 2022, en los alrededores de Bruselas y Gante.
A mediados de abril, quizá principios de mayo, empiezo a ver amapolas amarillas por todas partes: en los jardines de las urbanizaciones y en los patios a la sombra, entre los adoquines; en las orillas de los canales, sombreados por las copas ya desplegadas de arces blancos y plataneras; al pie de los setos… Corrijo ese «por todas partes». En realidad, no veo amapolas amarillas en este prado donde nos acabamos de tumbar al sol, los perros y yo. Es un prado ancho, hermoso, no un simple claro en el hayedo. El amarillo-mayo de este prado es una colcha de botones de oro, la ranunculácea que domina el conjunto, arrinconando a las aguileñas (también ranunculáceas) hacia las orillas del camino por donde entramos. A lo mejor hay que pensar que las amapolas amarillas no «prenden» donde el suelo es demasiado arcilloso y/o donde el sol da de lleno durante las horas centrales del día. Rebobino. Las amapolas amarillas abundan a finales de abril/principios de mayo pero siempre donde el suelo está revuelto, quiero decir, donde puede haber algo de escombro o de arena, y sobre todo algo de sombra, incluso sombra profunda. Donde abunda la Aquilega vulgaris, precisamente.
Un mes más tarde. Sin llegar a formar manchas monócromas, como en los campos del sur, las amapolas rojas (Papaver rhoeas) están un poco por todas partes. En las orillas de las eras que son o fueron de cereal (o remolacha, maíz… lo que más se ve por aquí), cuando el glyphosato les deja; por las medianas, en los solares. Es decir, como para las amarillas, allí donde el suelo está revuelto. Única e importante diferencia: siempre, siempre a pleno sol.

Más sobre los pintores flamencos.

Políptico de Gante, llamado del Agnus Dei o del Cordero Místico.
En el centro, el prado en torno al Cordero y la Fuente de la vida.
Para verlo en detalle:https://closertovaneyck.kikirpa.be/ghentaltarpiece/#home

En el catálogo del políptico de Gante se recogen 76 especies botánicas bien identificadas, la mayoría herbáceas, un mini paraíso flamenco colocado a los pies del Cordero Místico (3). La mayor parte de ellas están en el prado del primer plano, pero también hay plantas detrás del grupo de peregrinos, a la derecha, y del grupo de caballeros que avanza por la izquierda (entre las rocas, por ejemplo, una mata de orégano…). La selección de herbes folles puede encontrarse en cualquier pueblo belga, del norte de Francia, de los Paises Bajos, de Inglaterra, de Asturias. El retablo lo empezó Hubert Van Eyck, el hermano mayor, y lo remató Jan en 1432. Dicen los historiadores del arte que a Jan se deben, entre otras muchas cosas, la inclusión de palmeras, cipreses, cítricos y hasta un pino piñonero (como los nuestros de LRO).

Por qué se incluyen esas flores y no otras en la lista del Políptico: por su valor simbólico (aquí, exclusivamente teológico) o por su valor utilitario (aquí, exclusivamente medicinal; Analogia Christi cum perito medico, cita de S. Agustín recogida en el catálogo). Valor añadido botánico: por tratarse de planta autóctona, incluso endémica, que a los Van Eyck les apeteciera incluir porque sí, para acercar la escena biblica al presente; o por lo contrario, por tratarse de planta exótica, en concreto mediterránea, para ambientar en un remoto Oriente/Sur la misma escena. Estas dos últimas intenciones no son contradictorias. El mensaje de redención es urbi et orbi, no entiende de geografía. Y además intemporal: por eso plantas tan distintas pueden florecer a la vez, y aquí no pasa nada. Por lo demás, olivos, palmeras y resinosas tienen también (si uno quiere) su posible lectura simbólica.
Las ausentes amapolas, ¿no tenían entonces ningún valor botánico, ni simbólico, ni utilitario?

Valor botánico

Plantas «rojo-sangre» muy comunes y usadas en los países del sur -de los que son nativas- para acompañar las representaciones de la Muerte/Resurreción de Jesucristo, podían ser, además de la rosa, el clavel y la anémona roja, esta última, A. coronaria, de antiguo simbolismo pre-cristiano (aunque muy similar: sacrificio y resurrección). Aquí en Flandes, 1430, no hay rastro de ellas. Cómo iba a haberlo (*la anémona de bosque no cuenta, es de un blanco inmaculado). Pero ¿y las amapolas?, ¿qué pasa con ellas? El que no las veamos en los cuadros ¿se debe a que tampoco las veía nadie por los campos?

Busco el pedigrí de las amapolas belgas.
La Papaver cambrica, amarilla, que durante años se clasificó entre las Meconopsis, como la amapola azul- en Bélgica está incluida en el listado de plantas alóctonas (alien-plants-Belgium, nota 4) y registrada por primera vez en ¡1979! Una preciosa intrusa, pues, venida de por ahí, de Francia o de las islas, que parece hacer buenas migas con la muy patriótica akelei/ancolie.
La Papaver rhoeas, roja, es más dudosa. En la misma página web leo que solo 3 de las 80 especies del género Papaver «podrían» considerarse nativas; sin embargo, el autor se inclina por etiquetarlas como «arqueófitos», es decir, como alóctonas introducidas antes del descubrimiento de América. Alóctonas naturalizadas depuis longtemps, pero sin especificar el términus post quem (que si se empuja mucho hacia atrás termina por hacer un poco absurda la categoría misma: ¿arqueófita o nativa?). Un grupo numeroso de arqueófitos es el de las plantas arvenses: “malas-hierbas” que acompañan al cereal desde el Neolítico, en su lenta extensión por el hemisferio norte. Y aquí tenemos a la amapola, planta arvense por excelencia, que compite con el trigo y demás cereales por los nutrientes del suelo.
Siguiente paso: ¿hay alguna planta arvense en el Políptico? ¿Hay, por ejemplo, acianos..? No hay acianos (bleuets, que se podrían asociar a la Virgen, nota 5). No hay ortigas, claro. No hay rubias. No hay correhuelas.

Los campos de Flandes rebosaban poppies en mayo de 1915, entre las cruces de los caidos tras la batalla de Ypres. El paso de la artillería pesada, los obuses -en vez dela reja del arado- haciendo volar la tierra en pedazos… Ahí está otra vez: el suelo «un poco revuelto» donde prosperan las amapolas rojas de Flandes, famosas gracias al poema In Flander fields, que convirtió a la amapola, símbolo hasta entonces del sueño y el olvido, por sus poderes narcóticos, en justo lo contrario: Remembrance Flower. No sabemos si en tiempos de los Van Eyck esos campos -esos campos belgas en concreto- ya se llenaban de amapolas o su presencia era todavía reducida. Tendríamos que preguntarle, se me ocurre, a algún palinólogo (semillas/polen en registros fósiles), pero esto es solo un post, escrito después de una visita a Gante… En cualquier caso, sí había amapolas rojas y eran de sobra conocidas. Muchas o pocas pero sí, y en guerra declarada con los labriegos. Como las de todas las plantas arvenses, las semillas de Papaver, mezcladas con las del trigo, la avena etc se desperdigaban tranquilamente por toda Europa desde la noche de los tiempos.

2014. SSMM en la Torre de Londres, remembering entre las 886.246 poppies de porcelana instaladas en el foso, una por cada soldado británico muerto en la Primera GM

Valor teológico
El Políptico del Cordero Místico es de 1432. Jan Van Eyck jamás pudo toparse una amapola amarilla en Gante o Brujas. Pero sí conocía las amapolas rojas, porque ya entonces, como hemos visto, crecían donde el cereal. Además, si Jan viajó un poco -y sabemos que lo hizo, y mucho, al servicio del Duque de Borgoña- pudo ver amapolas amarillas (abril/mayo) y rojas en abundancia (si mayo/junio) en Francia y en España. Por tanto, no pintó amapolas en el Políptico porque no quiso hacerlo.
Así como a una flor x no le basta con ser uniformemente azul o blanca para entrar en la lista de plantas marianas (la aguileña sí, pero el aciano, en este caso, no, etc), tampoco le basta con ser roja para obtener caché teológico, para aludir con su sola presencia en un cuadro o un poema la sangre de Cristo y la Redención. No. Roja la peonía, roja la rosa de Damasco (rosa profundo o rojo desvaído). Pero en la amapola roja-roja debía de pesar más su condición de planta arvense, es decir, indeseable. En las listas de plantas “buenas cristianas” la amapola no está nunca. Aguileña, lirio, azucena, rosa, más las «humildes» violeta, margarita, caléndula, muguete… Esas son las que cuentan. Unas por el Cantar de los Cantares. Otras por haber sido fijadas por la tradición (himnos a María, homilías, ilustraciones de los breviarios) cada una de ellas con sus connotaciones específicas. No era el caso de la amapola. Una mala hierba sin valor teológico reseñable, ni en los textos sagrados ni en la tradición pictórica de Flandes (6)

Valor medicinal

La única utilidad que cuenta en el Políptico es la medicinal, porque todo su programa iconográfico gira en torno a esa idea, la del Cristo Sanador, de cuerpos y almas. En el políptico no está por ejemplo, la garance, la Rubia tinctoria, con cuyos rizomas se obtenía el rouge-garance, tintura para las telas que se vendían en las ferias de todo el país (emporio textil del S.XV), y se exportaban a Inglaterra, Francia etc. (7) Flandes era entonces el mayor centro de producción de esta planta, de gran valor comercial, omnipresente por los campos y caminos y por eso tanto más llamativamente ausente del Político, ¡como el lino!, otra de esas plantas que hicieron la riqueza de Flandes, que llenaba sus campos hasta las dunas de Ostende, y que, sin embargo, tampoco vemos por ningún rincón del Agnus Dei.
En una representación de la Sanación Universal, de entre las plantas útiles solo interesan las medicinales. Bueno. Pero entonces, precisamente, ¿cómo explicar la ausencia de la amapola? Pocas plantas medicinales más útiles que ella, en especial la variedad Papaver somnifera, la adormidera, la más rica en alcaloides (entre ellos, la morfina, base del opio). ¿Quizá porque en el Flandes del siglo XV no se sabía mucho de ella?

Aunque se pudieran ver amapolas rojas por los campos de cereales, aunque se comieran sus semillas tostadas, o se extrajera aceite de ellas, o se macharan las cápsulas porque se sabía, se decía… que amortiguaban levemente el dolor… el proceso de obtención del opio era otro cantar. Ya en la antigüedad sus lugares de fabricación estaban en Oriente. Leo en la web que los médicos griegos y romanos se lo compraban a comerciantes de Alejandría. Pero el acceso al opio, su uso real, como el propio conocimiento de sus virtudes terapeúticas, quedó interrumpido/oscurecido en la Edad Media (8). Los primeros manuscritos de Dioscórides, Pseudo-Apuleyo etc proceden del siglo VI y son rarezas, libros excepcionales (*foto de la derecha: Papaver en el manuscrito de Salamaca, finales s.XV; vid. dioscorides.usal.es;; la representación es bonita pero poco precisa, imposible de entender sin el texto que la acompaña). El conocimiento científico de las plantas medicinales no se recupera y empieza a divulgar hasta el siglo XI/XII, en especial en el sur de Italia (Salerno) y gracias a la influencia de los árabes, que, en este caso concreto, apreciaban el opio no solo por sus efectos analgésicos, sino también por todo lo otro (efecto euforizante, alucinógeno… ¿sustituto del alcohol?), razón de más para fomentar el cultivo de la adormidera en Turquia, Persia etc, al tiempo que se promovía la traducción y enriquecimiento de los antiguos tratados. Pero bueno, el hecho es que el opio, como producto listo para ser utilizado -en especial en triacas: esa especie de bálsamo de Fierabrás- no empieza a llegar a Occidente hasta más tarde, finales de la Edad Media, terminadas las Cruzadas, y siempre como artículo de lujo. Cuando el opio empezó a aparecer de nuevo en las boticas, su altísimo precio no era, sin embargo, el único problema que se oponía a su venta y uso generalizado: la mala fama le precedía. Había que usarlo con cuidado. Creaba adicción. Podía matar. Y además, si el dolor apretaba, solo a Dios correspondía ponerle término (o no; ese oscuro, siniestro prestigio del dolor, y la ambigua postura de la Iglesia al respecto). De hecho, hasta el siglo XVIII no se empezó a consumir opio en Europa con la misma alegría que en el mundo islámico. Los problemas aparecieron después, pero esa es otra historia.

Papaver en el dioscórides de Amberes, 1555, un siglo posterior a nuestro Políptico, con ilustraciones de gran calidad.

Dicen en el catálogo del Políptico de Gante que los Van Eyck pudieron usar antiguos herbarios como fuente para alguna de las plantas del catálogo. Pudieron hacerlo. O no. ¿Es importante saberlo? ¿Por qué es necesario imaginar que los hermanos Van Eyck «tuvieron que» consultar algún libro (más allá de informarse sobre su valor terapéutico y/o simbólico, es decir, teológico)? ¿Hay en el Políptico alguna planta que pudieran no conocer personalmente? Las diferentes especies de amapola estaban ya descritas en los dioscórides más antiguos, con todo lujo de detalles, haciendo referencia también a sus peligros, y cabe pensar que los Duques de Borgoña tenían algún manuscrito del Dioscórides propiamente dicho, o de cualquier otro Tractatus de herbis o recensión al uso . No lo sé. Pero de esos libros, si es que los vieron, los pintores habrían seleccionado, en todo caso, sólo plantas que conocían. Y habrían rechazado la mayoría de las ahí descritas, bien por no conocerlas personalmente (ergo dudosas; los Van Eyck eran rigurosos), bien a pesar de conocerlas… caso de las amapolas.
En el Dioscórides hay varios cientos de plantas descritas y unas 400 ilustraciones (o más, según el manuscrito, y de calidad muy variable): en el Políptico hay sólo 76, la mayor parte caseras, y una menor parte no-caseras pero todas ellas bien conocidas (muy bien conocidas). Lo que hay que preguntarse, en mi opinión, no es por las “fuentes” consultadas por los pintores, sino por qué escogieron esas 76 y no otras. O dicho de otra manera: por qué estos dos señores, que -según insisten en el catálogo- no daban puntada sin hilo, dejaron fuera a algunas de las más conocidas, más útiles, incluso más vistosas. Incluso más bonitas.

Conclusiones.
A las razones ya vistas (las amapolas rojas, más o menos extendidas en Flandes en el XV, eran en todo caso malas hierbas; su valor simbólico-teológico, desconocido) hay que añadir entonces que su fama como narcótico era algo turbia, y su precio, prohibitivo. Si en el XV, y mucho antes, había ya amapolas rojas en los Paises Bajos, e incluso podían ser ya abundantes, eso no significa que se supiera cómo extraer de ellas los alcaloides que permiten la obtención del opio. Tampoco que esas variedades, no seleccionadas, fueran las de mejor calidad. El opio se compraba ya listo para su consumo y a precio de oro a comerciantes del Mediterráneo oriental. Por tanto, ni valor simbólico/teológico reconocido por la tradición; ni valor utilitario/medicinal que pudiera asociarse sin matices, sin escrúpulos, al Redentor; ni valor como planta autóctona, para contextualizar en el presente la escena bíblica (guiño naturalista a los paisanos que irían a ver el cuadro, y reconocerían esas plantas, pintadas con extraordinario realismo) por tratarse de una planta arvense, una «mala hierba». La misma ausencia de amapolas, acianos etc. en el prado del Agnus Dei me hace pensar, al menos a mí, que las amapolas rojas cubrían ya los campos de Flandes, ¡en profusión!, y que por eso precisamente, porque les sobraban y estorbaban, no las querían en el Políptico.
Tampoco hay que descartar que los hermanos Van Eyck no se tomaran tan absolutamente en serio, en todos los casos, las razones para elegir una u otra planta… Sí, desde luego tenía que haber aguileñas, lirios, rosas. El puñado de plantas marianas y cristológicas indiscutible. Las de siempre. Y en cuanto a las demás… Si Jan Van Eyck tuvo ocasión de pasearse por los jardines de la Alhambra (como parece que así fue, 1428) ¿Cómo no iba a preferir, para su gran cuadro de altar, los limoneros a los manzanos, los cipreses a los abetos…? Junto a las razones «serias» descritas, por qué no incluir las simplemente estéticas, personales (que tal o cual planta, usada contra el dolor de espalda -el hipérico, sin ir más lejos, otra ausencia notable en el Políptico- hubiera estado a punto de mandar al otro barrio a Jan o a Hubert), de estilo (que estuvieran esas plantas ya representadas, que tuvieran el licet de la tradición), de mala fama (el mismo hipérico, ¿demasiado asociado a las festividades paganas del solsticio de verano, que perduraban medio camufladas en la festividad de San Juan?)… o quién sabe. Quién sabe si sólo fue lo efímero de sus pétalos lo que llevó a descartar a la amapola en el retablo de Gante, con su mensaje de Redención eterna.

En cualquier caso, el trabajo que queda pendiente no es el de las plantas incluidas en el Políptico, sino el mucho más vasto y complejo de por qué no están las que no están.

Hoy las amapolas florecen tranquilamente en Flandes. Las amarillas primero, las rojas después. Se acomodan mejor en suelos alterados: si más frescos y a la sombra, la amarilla, rigurosamente sincronizada con las aguileñas/herbas dos pitos; si más secos y soleados, la roja. Las amarillas llevan 50 años por aquí. Las rojas, mucho más.
Parece que por la zona – sobre todo un poco más al norte, cruzado el Escalda- ya han aprendido a procesar alcaloides diversos. La materia prima, sin embargo, se la siguen comprando a los de siempre.

C. Monet, Champ de coquelicots, 1881. Por el medio se distinguen pinceladas azules: los acianos, que tampoco quisieron los Van Eyck en su retablo.

NOTAS
1.Origen de Papaver cambrica sc. floraibeica.es, la wiki, etc: Cadenas montañosas de Gran Bretaña, SO de Francia y norte de España.
2. https://wordpress.com/post/laramadeoro.com/10670
3. Catálogo: Op zoek naar het paradijs. Flora op het Lam Gods (À la recherche du paradis. La flore sur lÁgneau mystique), P. Van den Bremt, H. Van Crombrugge. Gent 2020
4. https://alienplantsbelgium.myspecies.info/content/meconopsis-cambrica
5. La explicación que se da en el catáloigo, p. 96, de la ausencia de Centaurea acianus, nuestro aciano/azulejo, el bleuet de los franceses, no termina de convencer: no aparece en el Políptico, dicen los autores, porque «es una planta que no nace espontáneamente en los prados, sino en el campo». Pero cómo que no. Y en todo caso, ¿sí nacen espontáneamente en un «prado» las rosas?
6. De San Alberto Magno en adelante. Vid. Catálogo, pp. 26-44
7. El rojo-garance, en contraposición al azul- guède aquí: Bleu, Michel Pastoureau, Ed. du Seuil 2000. pp.55 y ss.
8. A. López Restrepo: https://innovacionyciencia.com/articulos_cientificos/el-opio-en-occidente-durante-la-antigueedad-y-la-edad-media. El autor rebate convincentemente a L.Escohotado, según el cual la desaparición del consumo de opio en la Edad Media se debió a la caza de brujas. El principal argumento de L.Restrepo es cronológico: la caza de brujas va de 1420 a 1600…. justo cuando el opio vuelve a los botiquines

POST SCRIPTUM
Que los primitivos flamencos hayan rechazado la amapola roja no significa que en ella hubiera algo (?) que la hiciera no-apta para recibir todos los honores. Muy al contrario. Su valor medicinal era impagable, como hemos visto. Pero también su posible valor teológico, y no solo por el color rojo-sangre. Así se entendió más adelante y en otros lugares, con mayor libertad: vemos una amapola roja detrás de la Virgen con el Jesús y San Juan niños de Rafael Sanzio, en Viena, pintada hacia 1507. Es la única flor del cuadro. Símbolo de la pasión, en este caso sí, como cualquier otra flor roja, como esos claveles y -sobre todo- esas rosas espinosas (rosa profundo) que a veces lleva el Niño en la mano o que rodean el trono de su madre. Sin embargo, la amapola tiene en este cuadro pleno sentido, más que el que tendría un clavel, una rosa o una peonía, porque la tierra que se ve detrás de las figuras parece completamente removida: tierra estéril, pues, hasta que la sangre roja del Redentor, todavía niño, venga a fertilizarla. (Un espectador del siglo XV descifraba este “código” al vuelo, sin necesidad de tantas palabras). Lo que exigiría mucho más tiempo -y no un simple post- es determinar si esta amapola de Rafael es sólo una excepción en este tipo de representaciones. Sea como fuere, ya estamos en otro mundo: la primavera italiana del XVI, y no el «otoño flamenco de la Edad Media» .

Trampa-botella para velutinas

Costa da Morte, marzo 2024

modelo 1: se corta la parte superior de la botella y se vuelve a introducir dada la vuelta. Aquí los dos trozos están sujetos con cinta adhesiva
modelo 2: se corta la parte superior de un botellín más pequeño y se le hace un agujero al grande, en el lateral, para introducirlo (como un mini embudo)

modelo 3: La Voz de Galicia 28.3.24

Los dos modelos de trampa-botella que corren por la web funcionan: uno tiene el embudo arriba (foto1) y otro en el lateral (foto 2). El primero tiene la ventaja de que el embudo es más grande pero la desventaja de que se puede llenar con la lluvia. El segundo, a la inversa, tiene el embudo más pequeño (se hace con la parte de arriba de un botellín de medio litro, insertado en otro de litro o litro y medio) pero está siempre más protegido. Un tercer modelo (foto 3), explicado en el artículo de La Voz de Galicia del 28 marzo, sería la botella con su tapón, entera, pero con orificios de entrada de 8 mm en la parte alta.

Hay varias recetas para el mejunge. La que usa Calixto, vecino de mi padre: cerveza y Aquarius de naranja a partes iguales ( Calixto: no vale de limón). Otros dicen que cualquier vinorro pasado mezclado con agua y azúcar. Otros que miel, o que orujo, o que orujo con miel o con vinagre, o agua con azúcar o aquarius o zumo de arándanos, y orujo o cerveza y/o vinagre, incluso ¡vermú! La lista de recetas es larga, pero quizá una sola cosa a retener. Azúcar más levaduras (que ya están en la cerveza o en el vino/vinagre, pero también pueden añadirse: una cucharadita de Royal) más algo de calor = fermentación = avispas en camino. Y siempre es así, sea en la parra en septiembre, sea en un montón de manzanas podridas en el fondo de un hórreo… sea en una trampa azucarada en una camelia en flor en marzo, que es cuando hay que ir a por ellas, a por las hembras fundadoras velutinas, para evitar que aniden.
Proporción aproximada: para cinco litros de agua (= 10 trampas), 2 kg de azúcar, medio sobre de levadura, un chorro de vinagre. O bien, para sólo 2-4 trampas: 1 cerveza, 1 aquarius de naranja, unas gotas de vinagre,y completar con agua y azúcar. Funciona. Comprobado.

La trampa se cuelga en un sitio protegido del viento, ni muy alta ni muy baja (= que podamos ver con facilidad el contenido), atada a la rama de lo que en este momento esté en flor (por aquí: rododendros, camelios, azaleas precoces, glicinias) Es recomendable atar la trampa con una lazada (firme) en vez de un nudo, para que sea cómodo desatarla. Habrá que revisarla una vez a la semana o cada diez días -por ejemplo. Si en la trampa hay «caza», la vaciamos y volvemos a rellenar de mejunge. Hay quien deja una velutina fermentando… (*pero no lo entiendo bien; ¿por las feromonas? ¿sigue desprendiéndolas una avispa muerta y bien muerta? )

Si no se hacen estos agujeros + bridas o ramitas, ES MEJOR NO USAR LA TRAMPA.

MUY IMPORTANTE. Para que los otros insectos (todos los demás que hayan entrado en la trampa) puedan salir -o lo tengan más fácil- hay que hacerle a la botella unos agujeros un poco por encima del mejunge. Es decir, si rellenamos cuatro dedos la trampa-botella, conviene hacer dos o tres agujeros a la altura del que sería quinto dedo. Medio cm de diámetro, por ejemplo. Pero también se pueden hacer algunos agujeros más, de diferentes diámetros, hasta la parte de arriba. La mayoría de los otros insectos saldrán pero la enorme velutina no. Del artículo de La Voz (véase foto 3) he sacado la idea de la brida: se hace una ranura fina en la botella y se introduce una brida larga en el mejunge, a modo de puente por el que puedan subir los insectos hasta los agujeros de escape de la parte media o alta. ¿Podrían valer en lugar de la brida unas ramitas? Pues sí, es todo lo mismo. Por otra parte, parece que la adición del vinagre no sólo ayuda a la fermentación: atrae a las velutinas pero disque repele a los demás.

Por último. Para entender esta inquina contra la velutina: https://www.miteco.gob.es/content/dam/miteco/es/biodiversidad/publicaciones/estrategias/estrategia_vespavelutina_tcm30-69976.pdf. Las crías de Vespa velutina, avispón negro/avispón asiático, son grandes predadoras de abejas melíferas y otros polinizadores, ya de por sí bastante amenazados en todo el planeta. (En su fase adulta, sin embargo, la velutina se alimenta sobre todo de frutas maduras -y por eso la trampa-botella con el mejunge «tipo Calixto» funciona en este momento del año).

P.D. SE AGRADECE CUALQUIER CORRECCIÓN / COMENTARIO

3/marzo. Me mandan desde Sarria la sugerencia de subir la dósis de azúcar (*ya está corregido: 2kgs para 5 litros), la idea de usar como alternativa zumo de arándanos (*ya añadido a la lista de recetas), y este link de Campo Galego:

Manual de heridas (4)

A pesar del temporal de nieve de 2021(‘Filomena’), que literalmente la tronchó, la encina de la entrada se ha recuperado. Le hemos quitado ya las muletas. Las heridas están casi cerradas. Y aunque la copa sigue descompensada, la recuperación es tan evidente que pronto, quizá el próximo invierno, podremos rehacerla podando por la derecha (por donde se desagarró el árbol; como no llegó a romperse del todo, enderezamos el tronco partido y lo atamos a una especie de corsé de madera, sus «muletas» durante estros tres años)
Tres años. Aquel día, cuando por fin conseguimos llegar a LRO, hundida bajo la nieve, se nos cayó el corazón a los pies al ver la encina tronchada.
La dimos por perdida: ¿cómo iba a soldarse de nuevo una copa entera?

Enero 2024


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Anotación de enero de 2021, que no llegué a subir al blog:
La nevada troncha la copa de la encina de la entrada (esta misma: https://laramadeoro.com/2019/05/27/encina/). Se abre una grieta de un palmo, justo en la cruz, y solo queda en pie una rama lateral de menor diámetro. Subimos la copa y la atamos con la primera cuerda que encontramos. La descargamos de dos tercios de su peso. La arremetemos. Dos tutores sólidos de diferentes alturas -estacas, afianzadas entre sí con otras de menor tamaño- para evitar que vuelva a partirse, uno para la copa enderezada y otro para la rama superviviente. Cambiamos las ataduras por alambres metidos en trozos de manguera vieja, que no hagan rozaduras en la corteza.

Flores nabucodonosorcitas

Los ojos bien abiertos. Las manos quietas.
Hay que andar con tiento al empezar la primavera. Se calienta la tierra, la savia sube, se despabilan los invertebrados que hibernaban en los montones de hojas, las gramíneas secas, en las cabezuelas sin podar de las hortensias, las arrugas de las cepas, la corteza de los frutales… Al pie de las plantas empieza a moverse todo. Y en las macetas, lo mismo. El principio es este: no cargarse porque sí todo lo que bulle entre los brotes. El principio es, mejor dicho: aprovechar este momento para observar con atención (y si hay que actuar, que a lo mejor NO, que con mucha frecuencia es NO, que casi siempre es NO, ya se verá cómo y por qué -tag «grillotopo», por ejemplo; para lo demás, tag «insectos». Observar y estudiar un poco. No ser como los nabucodonosorcitos, que lo hacen todo con entusiasmo pero a lo loco)

Cy Twombly, tulipanes

Mucho menos conocidas sus fotos que sus cuadros. Estos tulipanes ( quizá ‘Orange Favourite’) del catálogo de la exposición de Nueva York en 1993 (matthewmarks.com)

Los primeros tulipanes variegados o «de color-roto» debían su belleza a un virus (familia de los Potiviridae, no identificado hasta el siglo XX), es decir, al hecho de estar enfermos, de acuerdo con esa perversa relación entre enfermedad/ hermosura que da no poco que pensar (porque va mutando con el tiempo pero no acaba de desaparecer del todo), y que en tiempos parecía justificar, por ejemplo, que hubiera señoras que usaran la Atropa belladona para dilatar las pupilas o comieran arcilla para tener el cutis más blanco, y de este modo -cloróticas y cegatas perdidas- disque estar más guapas y tener más éxito en la vida. Las ostras producen perlas cuando un cuerpo extraño entra en ellas; las «impurezas» en un cristal de cuarzo pueden hacerle adquirir categoría de gema. Pero las piedras y petrificaciones son una cosa y los seres vivos otra -cabe pensar-, incluso a efectos de simple rentabilidad. A diferencia de las ostras perleras, que producen la perla precisamente para aislar al cuerpo extraño, lo que pasaba con los tulipanes es que cuanto más asombrosa «salía» la flor, más debilitado resultaba el bulbo y más incierto era el éxito de sus bulbillos. ¿Había, por tanto, que seguir tratando de obtener y reproducir bulbos enfermos, que se sabía que lo estaban? No, no salía a cuenta (como tampoco parecía muy rentable acabar con un pie en la tumba para casar bien…) A cambio, sí empezaron a tener éxito las hibridaciones artificiales de tulipanes sanos, y ese fue el camino a seguir para la producción de «rarezas». Hoy en día, todas esas variedades fantasiosas (como las de la foto de Cy Twombly ) son el producto de la selección en laboratorio. A nadie le interesa jugar a infectar bulbos con un potyvirus, todo lo contrario, aunque haya quien afirme -basándose en dibujos y cuadros del XVII- que nunca jamás, never more, podremos ver tulipanes comparables al ‘Semper Augustus’ original, fatalmente enfermo, irremediablemente perdido.

***
Todos los tulipanes que vemos desde el tren -cientos de hectáreas al sur de Haarlem- llevarán su floración a término, porque son campos de producción de bulbos y no de flor cortada (esa es otra filial, la de los invernaderos, que viene a continuación). Cuando la flor decae -allá para abril- las segadoras descabezan el campo de tulipanes. Hojas y tallos continúan fotosintetizando para que engorde el bulbo. La cosecha tiene lugar en julio, con tractores equipados con un bastidor especial que va levantando las redes en las que habían sido plantados los bulbos, de modo que la operacíon sea más rápida, fácil y sobre todo limpia. Los bulbos se van al almacén para ser seleccionados; entonces, o bien vuelven a ser plantados en un invernadero 100% monitorizado por ordenador (los mejores bulbos: empieza la «filial flor»), o bien se guardan para la siguiente siembra de otoño en campo abierto (los bulbillos más pequeños), o bien, los menos, aparecen en una redecilla bien etiquetada en un estante del centro de jardinería -pongamos, en Shanghai, Boston, Ciudad de Méjico…- o, pongamos, en la tienda de semillas y piensos de mi pueblo. Un bulbo anodino, feúco, pero que lleva en sus tripas parte de la historia de la horticultura de Europa, o historia a secas, si se prefiere: una mezcla de buen gusto (los ojos bien abiertos de los holandeses ca. 1600, pues fue por una flor, ni más ni menos, por lo que pusieron su economía patas arriba a mediados de siglo) empeño, constancia, capacidad de organización, falta de escrúpulos comerciales y saludable afán de lucro. Al final del camino, esto:
https://fb.watch/pX2quRsdWf/

Notas
Sobre el «Tulip breaking virus», estupendo artítulo de la wikipedia. Historia de los bulbos infectados + lucha a brazo partido contra la propagación del TBV y similares (vía áfidos), que cada primavera causan pérdidas millonarias en el sector.


Vide-grenier 2023

Marea baja en la playa de Sada. Hippeastrum ‘Sweet Pink’, con nieve detrás . Camino de los Faros a la altura de Cabana. Niebla en la viña (*post de octubre). Relectura de Joseph Roth (Marcha Radetzky). Lectura de la Historia Natural de Europa, Tim Flannery + dos dinosaurios de goma. Los caballitos y las palmeras de los Cantones, no completamente a salvo del «picudo» (véase nota 1). El Campanile desde la Dogana. Hippeastrum ‘Sweet Pink’ ahora, con la nieve ya derretida (2).

Notas
1.https://www.lavozdegalicia.es/noticia/coruna/2023/11/24/ines-rey-sobre-plaga-picudo-preocupacion-intensa-palmeras-mendez-nunez/00031700831389777932387.htm
2. Pocos bulbos más fiables y madrugadores que los del Hippeastrum. En LRO, ya H. ‘Rilona’ : https://wordpress.com/post/laramadeoro.com/5191

Arbusto bajo + tapizante

Pittosporum tobira ‘Nana’ + Geranium sanguineum como tapizante/cubresuelo. Y abajo: una hortensia cualquiera + la temible Oxalis corniculata (aleluya o acederilla común).
Mismo esquema en los dos casos: arbusto bajo + cubresuelo para un macizo en semisombra, suelo mínimamente fértil (< aportes de materia orgánica cada dos o tres años) y si hay posibilidad de regar en verano, una vez a la semana/10 días en clima seco, o una vez al mes en la costa… Mantenimiento próximo a 0, salvo la poda de la hortensia.

Las aleluyas/acederillas comunes -aquí a la izquierda- son feroces invasivas, en especial en suelos arcillosos. Es decir, que, a pesar de sus ventajas (suelo cubierto eficazmente, mantenimiento nulo) pueden no valer en según qué macizo… La foto es de un pequeñísimo jardín urbano, entre dos aceras y la calzada, donde el peligro de conquistar otros espacios ajardinados es mínimo (no imposible, porque la semilla se disemina con facilidad) y donde no tiene cerca otras herbáceas con las que competir (¡la hortensia se defiende bien sola!). Una variedad más tratable pero también más exigente es la Oxalis acetosella, la que crerce por carballeiras y soutos (ergo: materia orgánica disponible) pero requiere sombra, incluso sombra profunda.
Foto de arriba. Los pitósporos son arbustos-todoterreno en las condiciones descritas (semisombra, suelo enriquecido de vez en cuando, riego medio-bajo). El que interesa aquí es sólo el Pittosporum tobira ‘Nana’, pues el común (Pittosporum sp.) se abre y desparrama y puede llegar a crecer más de dos metros, como un arbolito de copa abierta. Los geranios-cubresuelos, por su parte, también aguantan mucho. Incluso en el secarral de LRO los he plantado; tras el riego de supervivencia de los dos primeros años, para que pudieran instalarse, ni una gota he vuelto a darles, hasta el punto de casi olvidar aquellos «casi jardines». Explicación de que hayan aguantado a pesar de mi falta de atención: sombra en las horas centrales del día. Aunque la razón de plantar geranios, en mi caso, no fuera disfrutar de su floración sino poner desconsideradamente a prueba su resistencia, a nadie le amarga un dulce: las flores de mi Geranium sanguineum `Max Frei´ son de color violeta, pequeñas, poco duraderas pero abundantes.

Nota. «Tapizante» alterna en los catálogos con «cubresuelo de poca altura»; pero todas estas plantas tienen en común su capacidad para extenderse -por diferentes medios-, cubrir, tapar …ese espacio que si no estuvieran ellas vendrían a ocupar las hierbas adventicias (en el caso del Oxalis lo justo sería decir «otras hierbas adventicias»)

Dorona, uva de oro y sal

Uva «Dorona»: variedad local prácticamente extinta tras la gran inundación de 1966; recuperada hace 20 años gracias al empeño de la familia Bisol (1), con ella se elabora de nuevo vino blanco en la laguna de Venecia (primera cosecha, 2010). Mazzorbo: isla dedicada tradicionalmente a la huerta y la viña (como la vecina Burano a la pesca; si todos los astros confluyeran: branzino de la laguna y una copa de este vino, aprox 30 euros el dl). Torcello, Sant´Erasmo, Murano… otras islas de la misma zona, en la parte norte de la laguna. Vino Venissa: monovarietal «dorona» fermentado con los hollejos durante 20 días, y de ahí ese color dorado, doradísimo, como la propia foglia d´oro que lleva cada botella.

(Conclusión: hay esperanza, incluso en Venecia)

(1) Los Bisol de Valdobbadiene, productores de prosecco.

A las puertas del invierno

27 septiembre. Por primera vez en 17 años no hemos podido vendimiar. Se llevó las uvas Perico, quien, por su parte, las hizo llegar a una nueva bodega de Navas del Rey (la cooperativa del pueblo ha cerrado). Recogidas el último fin de semana de septiembre, el nivel de azúcar estaría ya disparado, es decir, en su punto, tal como a Perico y a sus amigos les gusta. He pasado unos días en casa: hay otoñada, confirmado, gracias a las lluvias del mes pasado. Dice Manduca, sin embargo, que el agua que cayó por aquí no es suficiente. Que si el zamujo no está empapado no habrá níscalos, y el zamujo a día de hoy no está empapado, así es que… Pero bueno -añade, contemporizador como buen cabrero- en las pinadas claras, donde los árboles no están crecidos, la capa de zamujo es fina, se humedece enseguida, y al mismo tiempo deja que se caliente la tierra y basta para conservarle ese calor, lo que también es debido para que asome el níscalo. Por allí podríamos buscar. Quedamos en ir a Matalaszorras un día de noviembre, si yo pudiera volver, y de paso que cogemos níscalos llenamos también unos sacos de piñas -que él dice piñotas. Según la raza del pino (albar para piñonero; negral para el de enresinar) y según lo vieja que sea la piña, unas valen para prender el fuego, otras sólo para mantenerlo… (* este tema queda para otro día). En cualquier caso: los negrales, dice Manduca, son más finos para criar níscalos. Tiene fichados, por arriba del tinao, dos pimpollos de negral que crecen en una viña; por allí también hay que mirar. A lo mejor va esta misma tarde con las cabras, por capricho, aunque poco convencido de encontrar nada… y no sólo porque aún sea pronto, sino por el destrozo de los que vienen de Madrid el fin de semana, que a cada pino que ven le remueven el zamujo con palos (y así se va todo a tomar por culo, sentencia en su claro castellano Manduca, que antes se deja cortar la lengua que decirle a nadie -yo incluida hasta hace poco- la ubicación exacta de las pinadas y pimpollos donde él llena el cesto)

24 octubre, en LRO. La foto es de ayer a las 9.30 de la mañana, con la niebla deshaciéndose -sube desde el Tórtolas- y el sol empezando a atravesarla. Las cepas todavía tienen hojas, las últimas. Ha llovido más pero Miguel Manduca aún no ha catado un níscalo. Normal. No pasa nada. De momento sólo hay uno o dos por ahí escarriaos. Pero si el tiempo sigue así, el paseo de noviembre hasta Matalaszorras no será en balde.

N.B.
-Zamujo es sinónimo de pinocha. No lo encuentro en el diccionario, pero lo mismo me pasa con otras palabras de Miguel, como «tinao» -que la RAE no recoge con el sentido de «majada». Así que no hago mucho caso; lo escribo tal cual se lo oigo a él, como albar y negral, en la acepción que él les da.